Ésta es la última vez que le escribo y espero hacer saber, por la diferencia de los términos y del trato de esta carta, que finalmente me convenció de que no me amaba y, por lo tanto, que debo dejar de amarle. Aprovecharé, pues, el primer emisario que haya para enviarle lo que me queda de usted. No tema, que no le escribiré. No seré yo quien escriba su nombre en el paquete. Encargué de todo a Doña Brites. Me había acostumbrado a compartir con ella las más diversas confidencias... Estaré más segura con sus cuidados, que con los míos. Ella tomará todas las precauciones necesarias para ganarntizarme que el señor reciba el retrato y las pulseras que me dio. Quiero que sepa que desde hace algunos días me sinto capaz de destrozar y quemar todas las prendas de su amor, que me eran tan queridas. Pero le ofrecí tanta lealtad, que jamás podría usted creer que llegase a ser capaz de tal extremo, ¿no es cierto? Prefiero, pues, complacerme en toda pena que padecí, al separarme de ellos y, al menos, hacerle sentir un poco del rencor que le tengo. (Tramo de la Quinta carta).
María Alcofarado.

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...Caí rendido con una mirada de los verdes y expresivos ojos tuyos A ellos, desear verlos cada mañana... ...Tus labios, y esa sensación...